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jueves, 4 de agosto de 2016

Justicia golpeada...


“La prudencia es cálculo, pero depende del deber. Del conocimiento y de la anticipación, de la conciencia sobre la consecuencia y la responsabilidad...”, escribe Maruan Soto Antaki en un texto publicado en Nexos hace unas semanas. Pienso en esto mientras leo la información que ha surgido en estos días a raíz de la muerte de la modelo colombiana Stephanie Magon Ramírez. He seguido la nota desde que el sábado pasado apareció su cuerpo en la calle de Miami, en la colonia Nápoles, a un par de calles del WTC. Cuántas versiones de los hechos. Sucede siempre. La prudencia que refiere Maruan, la velocidad a la que comenzaron a salir los posibles móviles de lo sucedido, pero más preocupante aún que éstos hayan salido de quienes deben ofrecer sólo certezas.
¿Cómo creeremos que podemos acceder a la justicia si nuestros funcionarios no son capaces de ponerse de acuerdo, ya no digamos en lo que ofrecerán como verdad, sino al menos en lo que van a declarar? ¿Cómo? cuando las herramientas de ciencias forenses hoy en día poco o ningún espacio deberían dejar para las dudas o las meras conjeturas. ¿Cómo? cuando la principal dolencia de los mexicanos hoy en día es justamente ésa: la justicia maleable, la impunidad, ese eterno abismo al que parece condenada nuestra realidad.
La justicia es un tema siempre delicado, pero si de algo estamos seguros, es que se trata de un asunto en donde sólo hay tal (justicia) cuando todas las dudas se disipan. Primero dijeron que a Stephanie la golpearon, luego que en realidad murió por el impacto de una caída. Después regresaron a la versión de los golpes, y ahora estamos de nuevo en que sí se cayó aunque no de una azotea, como aseguraron en la segunda versión, pero sí de un cuarto piso. Ahora sí dicen que los golpes en su cuerpo fueron por una precipitación. ¿Qué piensa la autoridad que se da permiso de salir a declarar esta suerte de enredos? Ahora nos tienen que informar si se trató de un asesinato o un suicidio. Es increíble que, insisto, con todo y las herramientas que tienen a la mano, no logren ofrecer la más mínima certeza. O al menos tengan la prudencia suficiente para limitar sus declaraciones. Ya ni por la atención mediática de este caso.
En la Ciudad de México y en el resto de nuestro país este tipo de crímenes (de violencia de género) son cosa inaceptablemente recurrente. En el último informe al respecto entregado por el Inegi hace un par de semanas, se reportó que durante 2015 hubo 20 mil 525 homicidios, 17 por cada mil habitantes. La organización Semáforo Delictivo reporta que durante los primeros seis meses de 2016, nada más en la Ciudad de México se contaron 447 asesinatos, el nivel más alto en los últimos 18 años. Y si las autoridades federales y locales no son capaces de reducir estos índices, al menos tendrían que comenzar por mejorar la manera en que se realizan las investigaciones y hasta cómo se atiende a quienes van a denunciar algún delito. Y si este panorama ya resulta poco alentador, si hablamos de feminicidios la cosa se pone peor: ocupamos el número 16 en este tipo de delitos en el mundo, según cifras de la Organización de las Naciones Unidas. También sabemos por el último reporte del Inegi respecto a número de violencia contra la mujer, entregado en noviembre pasado, que entre 2013 y 2014 fueron asesinadas siete mujeres diariamente en el país. En unos meses, esta dependencia entregará los números correspondientes a 2015, ¿habrá mejorado algo?
Los hechos quedan registrados en los números y la manera de proceder. Por mucho que nos digan que se hace todo lo posible, queda también registrada en la manera en cómo van resolviendo los casos. El de Stephanie sólo nos ha devuelto a padecer los tantos vacíos de las autoridades, que no son ni para ponerse de acuerdo en cómo investigan y, por lo tanto, menos en aquello que declaran. Entenderíamos que la confusión viniera de quienes se dicen testigos, de amigos o de posibles involucrados en el fallecimiento, ¿pero de la autoridad? ¿Cómo, entonces, van a ofrecernos certezas ante éste o cualquier otro caso? Así de bacheado nuestro camino a la justicia. Así de incierto, así de golpeado. Brutalmente golpeado.

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